¿Por qué leer?

12.10.2025
Muchos de ustedes esperan esta columna de opinión de cada domingo para conocer de qué hecho político hablaré esta semana, lo cual me llena de alegría. Pero hoy , en esta entrega especial de la columna de opinión no solicitada pero necesaria, me tomare una licencia que espero sepan de comprender: hoy hablare de los libros.
Y esto comienza así.

Quienes amamos el arte en todas sus formas sostenemos, con absoluta convicción, que este es una manera de mirar el mundo con otros ojos. Como si, de pronto, nos pusiéramos unos anteojos nuevos y todo cobrara sentido. Porque a veces el mundo cuesta verlo, cuesta entenderlo, y uno se esfuerza —de manera inconmensurable— por leerlo, descifrarlo, encontrarle una lógica posible. Leer es también eso: una forma de volver habitable lo que a veces parece imposible de habitar. Entre las páginas de un libro no solo encontramos historias; encontramos también la posibilidad de detener el tiempo. De mirar hacia adentro, o hacia otro lado, pero siempre con la sensación de que algo —aunque sea mínimo— se está moviendo dentro de nosotros.

Alguna vez escuché a la periodista y escritora Hinde Pomeraniec, en su programa Vidas prestadas, decir que "los libros son la posibilidad de crear y habitar mundos posibles". Y no podría estar más de acuerdo. Cada libro abre una puerta. Lo que soñamos, pensamos o buscamos —aunque no siempre sepamos ponerlo en palabras— puede estar esperándonos entre las páginas de una novela, un cuento o un poema. Leer tiene algo de ceremonia silenciosa, de encuentro íntimo. Uno abre un libro con curiosidad y lo cierra con la certeza de que algo cambió: un pensamiento, una emoción, una mirada. Quizás por eso Cervantes escribió en El Quijote: "El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho." Porque leer no solo amplía la mente: amplía la vida. En un tiempo en que todo corre, leer es una forma de recuperar el pulso. Una pequeña rebeldía frente a la prisa. Como canta Jorge Drexler, "nada se pierde, todo se transforma". Y nosotros, cuando leemos, también nos transformamos.

Autoras como Claudia Piñeiro o Rosa Montero son parte de ese regalo que nos da la literatura. Ambas, desde miradas distintas, nos invitan a leer no solo por placer, sino también para pensar. Para detenernos en aquello que, entre el ruido y la rutina, solemos pasar por alto. Claudia Piñeiro, por ejemplo, en su última novela La muerte ajena, se adentra en el complejo universo de las chicas escorts. Con sensibilidad y coraje, construye una historia donde el deseo, la soledad y el poder se cruzan sin moralinas, pero con una profunda humanidad. Rosa Montero, en Animales difíciles, nos lleva por otro camino: el de la inteligencia artificial y los dilemas del futuro. Pero no desde la distancia tecnológica, sino desde la emoción y la pregunta por lo que nos hace humanos. Leerla es mirarnos en un espejo que no solo refleja, sino que interpela. Ambas escritoras, cada una a su modo, confirman que los libros son más que historias: son una forma de pensar el mundo y de pensarnos a nosotros mismos. Los libros pueden ser espejos, sí, pero también ventanas abiertas.

Vivimos en tiempos de vértigo. Las pantallas reclaman nuestra atención, las noticias se superponen, el ruido se vuelve paisaje. En medio de todo eso, leer propone otra cosa: silencio, pausa, profundidad. Leer, hoy, es un acto de resistencia. Una manera de decir "basta" al ritmo impuesto. De recuperar la concentración, de recordar que pensar lleva tiempo. Abrir un libro es detener el mundo por un rato. Jorge Drexler dijo una vez que "no hay arte más revolucionario que parar el tiempo". Eso mismo hace la lectura: nos saca del apuro y nos devuelve a la calma. Y Borges, que conocía mejor que nadie el poder de los libros, escribió: "Siempre imaginé que el paraíso sería algún tipo de biblioteca." Tal vez no se equivocaba. Porque leer es eso: entrar en un paraíso posible, uno donde la mente se expande y el alma descansa.

En una sociedad que necesita un respiro, un instante sin tragedias ni guerras, los libros se vuelven refugio. A través de sus historias, los escritores nos ofrecen belleza, pero también humanidad. Sus palabras filtran el dolor del mundo, sin perder la imaginación ni el arte. En las novelas de Piñeiro o de Montero los detalles importan, los personajes respiran, y cada historia se convierte en un puente entre su arte y nuestra felicidad como lectores. Leer, en el fondo, es una forma de estar vivos. Nos enseña empatía. Nos vuelve más curiosos, más atentos, más sensibles. Nos recuerda que somos parte de una gran historia colectiva, hecha de voces, silencios y páginas compartidas.

Como suelo cerrar mis notas, diría: "Así están las cosas, amigos, y se las hemos narrado." Pero esta vez prefiero dejar una pregunta abierta: ¿Por qué leer? Porque leer es, sencillamente, ser más feliz. O, como diría Jorge Drexler: "Somos un soplo, una huella, una historia que contar." Y los libros —nuestros libros— son, quizás, la mejor forma de seguir contándola.

Por: Kevin Martinez
Por: Kevin Martinez

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