Del reino del revés a la pista de skate: Uruguay y sus elecciones departamentales

En este singular país donde el calendario democrático no descansa, las elecciones departamentales vuelven a desplegar el mapa del poder territorial como una especie de ajedrez donde algunos peones imputados siguen moviéndose como reyes.
La reciente campaña nos deja postales que oscilan entre la ironía, la perplejidad y el folklore político. En Soriano, el caso Besozzi roza el absurdo: imputado, con prisión domiciliaria, y aun así imbatible. Los sorianenses, como si se tratara de una comedia de enredos, le regalaron una lección al sistema judicial: "ni la domiciliaria le saca la intendencia". Se les chispoteó, diría el Chavo, y el mensaje fue claro: en esta tierra, la urna manda más que el Código Penal.
Mientras tanto, en Rivera, el Partido Colorado vuelve a sacarse brillo con un modelo que combina caudillismo de viejo cuño y disciplina de aparato. Tabaré Viera primero, ahora Richard Sander y eventualmente, si no se rompen los cristales, la continuidad de este . Una dinastía local que ya parece una tradición folclórica, mientras la oposición apenas logra esbozar una ilusión de competencia.
La coalición, esa criatura multicolor con alma de estrategia y cuerpo de desconcierto, sueña con dar el batacazo en departamentos donde la izquierda mantiene su bastión. Pero en varios casos como el de Legnani la maquinaria del Frente Amplio sigue firme.
Y entre estos actos de realismo mágico uruguayo, el expresidente Lacalle Pou aparece andando en skate por Carrasco, como si quisiera devolverle algo de frescura y show a una campaña que se desliza entre viejos nombres, fórmulas gastadas y candidatos en problemas con la Justicia. Un gesto estético sin fondo político, salvo que se trate de marcar distancia del barro sin dejar de moverse dentro del ring.
Como banda sonora de esta tragicomedia electoral podríamos poner de fondo "Ganamos, perdimos, igual competimos", una especie de himno nacional alternativo. Pero para el caso del séquito de Pablo Caram en Artigas, sería más preciso entonar "Vamos a ver cómo es el Reino del Revés". Porque allí, aun con causas abiertas, imputaciones sobre la mesa y promesas de cambio, la gente vota a los mismos.
Tal vez no sea resignación, ni olvido, ni ignorancia: quizás sea otra cosa. Un pacto no escrito entre caudillos y votantes que entiende la política como pertenencia más que como ética.
Pues así están las cosas, amigos, y se las hemos narrado.
