El amor y yo: una historia aparte
No creo en el amor. No en el del "para siempre", ni en el del cura, ni en el del contrato. No me convence el amor como lo cuentan. Pero algo pasa —a veces— entre dos personas que no se prometen nada. Eso, sin nombre, me interesa más.

1. No es odio. Es desconfianza.
No es que esté en contra del amor. Simplemente no creo en él.
No creo en eso que nos vendieron desde chicos: que hay alguien allá afuera esperando por nosotros, que cuando lo encontremos todo va a tener sentido, que si duele, es porque es amor de verdad.
A mí todo eso me suena más a guión que a vida real. Más a necesidad de no estar solo que a sentir algo genuino. Lo veo en las películas, en las redes, en las bodas: todo tan perfecto, tan decorado, tan falso.
Por eso el amor y yo, la verdad, llevamos caminos distintos. No hay odio. Hay distancia.
2. Firmar no es sentir
El matrimonio no es prueba de amor. Es un contrato, una forma legal de ordenar cosas: plata, hijos, casas, turnos. Puede servir, sí. Pero no tiene nada que ver con querer a alguien.
Y sin embargo, mucha gente cree que casarse es "el paso lógico" si amás. Como si firmar un papel hiciera que lo que sentís fuera más real. O más fuerte.
Para mí, es al revés: cuando algo es real, no necesita firmarse. Se demuestra en lo cotidiano. En cómo te trato. En si te elijo sin que me obliguen. Sin garantía. Sin aplauso.
3. Tampoco me convence la iglesia
Casarse por iglesia, que Dios bendiga el amor, que sea sagrado. Suena lindo, sí. Pero no lo necesito.
Amar no es algo puro, ni limpio, ni perfecto. Es todo lo contrario: es humano. Confuso, contradictorio, y muchas veces caótico. No quiero que me digan cómo debe sentirse ni qué está bien y qué no.
La iglesia no tiene el monopolio del amor. Mucho menos cuando durante años puso reglas sobre quién podía amar a quién. Si algo tiene valor, no necesita permiso.
4. Pero algo pasa
Ahora, que no crea en el amor no significa que no me pase nada. No soy una piedra.
Hay momentos, personas, encuentros, donde algo pasa. Algo real. Algo que no se puede explicar del todo, pero que te mueve. No le pongo nombre. No le exijo nada. Pero lo valoro.
Entre dos personas, sin promesas, sin etiquetas, sin miedo, puede nacer un vínculo distinto. No es "para siempre". No es "lo encontré y ahora soy feliz". Es más simple. Y tal vez por eso, más verdadero.
5. Lo que no creo… y lo que sí
No creo en el amor como lo cuentan.
No creo en el amor eterno.
No creo en el amor que necesita un contrato, un cura, una canción romántica de fondo.
Pero sí creo en lo que se elige sin presión.
En lo que nace sin deber nada.
En el "te quiero ahora" sin necesidad de que sea para siempre.
El amor y yo somos una historia aparte. No me compró. No me convenció.
Pero cada tanto, aparece algo que me desarma un poco. Algo más libre, más sincero, más parecido a la verdad.
Y eso, aunque no lo llame amor, me basta.
