Entre vacas de papel y berrinches parlamentarios 

17.08.2025
Cuando la solemnidad del Senado se parece más a un recreo que a un debate


El Senado como teatro improvisado

El Senado uruguayo amaneció un poco más famoso esta semana. No por una ley innovadora, ni por un acuerdo histórico entre partidos, sino por algo más terrenal: un insulto. Sí, ese recurso universal de quien se queda sin argumentos, pero con cuerdas vocales afinadas.

En plena interpelación al ministro de Ganadería, el frenteamplista Nicolás Viera osó recordar un detalle incómodo: que el senador nacionalista Sebastián Da Silva había recomendado invertir en Conexión Ganadera, aquel monumento a la estafa que dejó a miles de uruguayos con más papeles que vacas.

El comentario encendió la chispa. Y Da Silva, hombre de campo pero de paciencia corta, respondió con un épico: "puto de mierda".

Un insulto que, en cualquier otro lugar, valdría un reto o una suspensión. Pero en el Senado uruguayo vale la crónica, la indignación y, sobre todo, la carcajada amarga de quienes ven cómo la política sigue rebajando la vara.

El insulto como argumento

Lo más divertido —o triste, depende de cómo se lo mire— es que Da Silva no negó nada. No hubo: "eso es falso", "aclaro tal cosa" o "traigo pruebas". No. Hubo un salto directo al manual básico del recreo escolar.

Es como si en un partido de ajedrez, ante un jaque mate inminente, el jugador tirara las piezas al piso y gritara: "¡Vos sos feo!".

Lo curioso es que en el Parlamento, el insulto no mata el debate. Al contrario, lo potencia. Genera comunicados, declaraciones, análisis, entrevistas radiales y hasta un rating inesperado para los que a esa hora no tenían nada mejor que mirar.

Disculpas a la uruguaya

Al otro día, cuando la espuma ya había llegado a la prensa, Da Silva eligió un camino peculiar: interrumpir en vivo una entrevista radial de Viera para pedir disculpas.

"La verdad, loco, que te pido disculpas", dijo, con ese tono mezcla de barra de cantina y charla de vestuario. Casi parecía que le había pisado el perro, no que lo había insultado con un exabrupto homofóbico en la Cámara alta.

Viera aceptó las disculpas. No por convicción, sino por instinto de supervivencia política. Porque si uno no acepta disculpas en este país, pasa a ser "resentido". Y nadie quiere cargar con ese cartel.

La política en modo Milei (pero con mate)

Lo que más inquieta no es el insulto, sino lo que refleja: un Senado que va pareciéndose más al show de la grieta argentina que al austero estilo uruguayo.

Viera mismo lo dijo: "Me preocupa que el tono del Senado sea el camino de Milei". Y no se refiere a la dolarización ni a la motosierra, sino al estilo "puteada libre" como forma de comunicación política.

La escena lo confirma: mientras el país discute pobreza, seguridad o el agro que no despega, los senadores pelean como en un foro de Facebook. Con la diferencia de que acá cobran sueldo y salen por TV.

La defensa corporativa

Tras el escándalo, algunos sectores del Partido Nacional y Colorado adoptaron la clásica lógica del "algo habrá hecho". Como cuando el hombre le pega a la mujer y la culpa recae en la víctima. Según esa línea de razonamiento, si Da Silva insultó, es porque Viera lo provocó.

Magnífico. Así, el Parlamento no solo legisla, también educa en cómo justificar la violencia verbal. Una especie de pedagogía invertida que, de paso, legitima los berrinches como forma de debate político.

El Senado como espejo

El episodio deja una enseñanza: el Parlamento es, al fin y al cabo, un espejo de la sociedad. Donde unos discuten con argumentos, otros lo hacen con gritos. Donde algunos proponen ideas, otros prefieren insultar.

El problema es que en el bar, el boliche o la tribuna de fútbol, los insultos se olvidan rápido. En cambio, cuando ocurren en el Senado, se convierten en símbolo. Y los símbolos pesan.

Epílogo: un insulto para la posteridad

El insulto de Da Silva quedará en los anales parlamentarios, como antes quedaron los papeles arrojados, los gritos de madrugada y las sesiones maratónicas que no resolvieron nada.

Quizás dentro de unos años, los estudiantes de Ciencia Política lean este episodio como ejemplo de cómo la degradación del lenguaje va de la mano con la degradación de la política. O tal vez como muestra de que en Uruguay hasta los bochornos se dicen con mate al costado.

Mientras tanto, la moraleja es simple: si alguna vez te dicen que el Senado es el "templo de la democracia", acordate de que en su altar se escuchó un día, con micrófono abierto, el más viejo de los insultos de secundaria.

Y lo más irónico de todo: hasta hubo disculpas, aplausos y cierre de sesión. Como si fuera normal. Como si fuera un trámite más.

Pues así estan las cosas ,amigos ,y se las hemos narrado.

Por: Kevin Martinez
Por: Kevin Martinez

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