Se ganó por izquierda, pero se gobierna por derecha: la militancia habla

06.10.2025

Mientras el gobierno del Frente Amplio intenta equilibrar pragmatismo y promesas de campaña, la militancia alerta sobre un desvío ideológico que amenaza con desilusionar al electorado que creyó en la transformación social.
El Frente Amplio llegó al gobierno bajo la bandera de la transformación social, la justicia económica y la defensa de los sectores más vulnerables. Una victoria electoral celebrada por la militancia y por una ciudadanía que esperaba cambios concretos. Sin embargo, meses después, desde las bases del propio partido surgen voces críticas que alertan sobre un desvío preocupante: se ganó por izquierda, pero se percibe que se gobierna por derecha.
 
No se trata de una mera discrepancia retórica, sino de un cuestionamiento profundo al rumbo político y a la forma en que se implementan las políticas públicas. Militantes, docentes, trabajadores y representantes de comités barriales han expresado su descontento, denunciando un distanciamiento entre el discurso de campaña y las decisiones ejecutivas. La ironía es evidente: un gobierno que prometía cercanía con la gente y sensibilidad social es percibido por quienes lo sostienen desde adentro como distante, moderado y a veces indiferente a los problemas más urgentes de la población.

 En reuniones de base y asambleas internas, la militancia ha señalado varias preocupaciones. En política económica, se cuestiona la falta de medidas más audaces para redistribuir la riqueza y gravar con mayor eficacia a los sectores más acomodados. Bajo el argumento de la estabilidad fiscal, se postergan decisiones que podrían aliviar la desigualdad. En política exterior, algunas decisiones han generado críticas por considerarse insuficientemente críticas ante situaciones internacionales de alta sensibilidad ética, evidenciando un contraste entre la postura progresista del partido y la práctica gubernamental. Además, los militantes denuncian un alejamiento de los dirigentes respecto al día a día del pueblo, especialmente de los sectores más vulnerables, generando desilusión y sensación de abandono.

Estas quejas se expresan públicamente en foros, medios de comunicación y asambleas, con un doble objetivo: llamar la atención del gobierno y reafirmar la identidad de la militancia como vigilante de los principios fundacionales del Frente Amplio.

El dilema que enfrenta el gobierno refleja un choque clásico entre pragmatismo político y fidelidad ideológica. Por un lado, las autoridades buscan mantener estabilidad, atraer inversión y administrar los recursos con cuidado; por otro, la militancia demanda coherencia con los valores históricos del partido: justicia social, igualdad y compromiso con los sectores más vulnerables.

El riesgo de este desencuentro es evidente: si el gobierno no logra equilibrar ambas fuerzas, puede erosionar su base política y desilusionar a quienes confiaron en él. La desafección interna suele ser más peligrosa que la oposición externa, porque amenaza la legitimidad desde adentro. La ironía radica en que quienes deberían sentirse más respaldados por la gestión —la militancia— son quienes alertan sobre sus carencias y contradicciones. Esta tensión, lejos de ser anecdótica, es un termómetro del estado real del gobierno y de la percepción ciudadana.

El reclamo de la militancia pone sobre la mesa varias reflexiones clave. Gobernar implica diálogo constante: ignorar las señales internas puede ser un error estratégico y político. La coherencia ideológica es valiosa: si se prometió un cambio social profundo, la gestión debe buscar la mayor aproximación posible a esos objetivos. Y la militancia no es oposición: sus críticas son un espejo que refleja lo que podría perderse si el gobierno se aleja de su base.

La paradoja es clara: ganar elecciones por izquierda no garantiza gobernar con ella. La militancia advierte, la sociedad observa y el tiempo juzga. La pregunta que queda flotando es simple y directa: ¿podrá este gobierno reconciliar la estabilidad con la ambición transformadora que prometió? Si la respuesta es negativa, la desilusión interna podría convertirse en un poderoso motor de presión, y la ironía de gobernar a la derecha con mandato de izquierda se tornará demasiado evidente para ignorarla.
 
Pues así están las cosas, amigos, y se las hemos narrado. 
Por: Kevin Martinez
Por: Kevin Martinez

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