Uruguay legaliza la eutanasia: un hito histórico en América Latina

16.10.2025

Uruguay se convirtió en el primer país de América Latina en legalizar la eutanasia a través del Parlamento. La ley "Muerte digna" permite a personas con enfermedades incurables y sufrimiento intolerable decidir sobre el final de su vida, bajo estrictas garantías médicas y legales, consolidando al país como referente regional en derechos individuales y autonomía personal.

Con la aprobación de la ley "Muerte digna", Uruguay se convirtió en el primer país de América Latina en legalizar la eutanasia a través de una decisión parlamentaria. Tras más de cinco años de intensos debates sociales, políticos y éticos, la nueva norma reconoce el derecho de los ciudadanos a decidir sobre el final de su vida, siempre bajo estrictas garantías médicas y legales. Este paso histórico consolida la reputación de Uruguay como líder regional en materia de derechos individuales y abre una conversación inédita sobre la autonomía, la dignidad y la ética en el cuidado de la vida terminal.

El Senado uruguayo aprobó la iniciativa con 20 votos a favor y 11 en contra, lo que permitió que las personas mayores de edad, con plena capacidad mental y diagnosticadas con enfermedades incurables o irreversibles, acompañadas de sufrimientos intolerables, puedan solicitar asistencia médica para morir. La ley establece un procedimiento regulado que protege tanto al paciente como a los profesionales de la salud y asegura que la decisión sea verdaderamente libre y consciente.

"El derecho a morir dignamente es, ante todo, un derecho a vivir con libertad hasta el final", expresó el senador colorado Ope Pasquet, principal impulsor del proyecto. Sus palabras resumen el espíritu de la norma y reflejan el largo recorrido social y político que la hizo posible.

Una tradición de reformas progresistas

Uruguay ha demostrado en las últimas décadas una vocación de vanguardia en materia de derechos civiles. Fue el primero en América Latina en legalizar el matrimonio igualitario, la interrupción voluntaria del embarazo y la regulación del cannabis. Cada una de estas decisiones generó debates intensos, pero con el tiempo consolidó la imagen del país como un laboratorio de políticas innovadoras, dispuesto a legislar sobre temas complejos.

La legalización de la eutanasia se suma a esta lista de reformas, aunque aborda un asunto particularmente delicado: la autonomía en el momento de la muerte. La discusión se intensificó tras el caso de Fernando Sureda, un exfutbolista diagnosticado con esclerosis lateral amiotrófica (ELA), quien en 2019 pidió públicamente poder acceder a la eutanasia. Su historia conmocionó al país y abrió la conversación pública, superando barreras ideológicas y creencias religiosas.

En 2022, la propuesta llegó al Parlamento gracias a la iniciativa de Pasquet. Durante años, el debate se estancó en el Senado debido a diferencias políticas y la presión de sectores religiosos y médicos, pero la acumulación de casos en un limbo legal y el crecimiento del clamor social terminaron inclinando la balanza a favor de la ley.

Procedimiento y garantías estrictas

La ley uruguaya se distingue por su nivel de detalle y control. No basta con la solicitud del paciente. La persona interesada debe presentar su petición por escrito, recibir información completa sobre cuidados paliativos y tratamientos alternativos, y ratificar su decisión en dos ocasiones distintas, siempre con testigos y profesionales presentes.

Un segundo médico independiente confirma el diagnóstico y la capacidad de decisión. Si surge alguna discrepancia, se convoca una junta médica que analiza el caso y determina el procedimiento. Solo después de estos pasos y con la voluntad reiterada del paciente, se autoriza la eutanasia.

La norma exige que el procedimiento sea "indoloro, apacible y respetuoso de la dignidad humana". Además, el Poder Ejecutivo tiene seis meses para reglamentar la ley y crear una comisión honoraria de seguimiento que revisará cada caso y presentará informes anuales al Ministerio de Salud y al Parlamento.

La ley también protege la objeción de conciencia: ningún profesional está obligado a practicar la eutanasia, pero el Estado debe garantizar que haya personal disponible en todo el país, evitando que algún paciente quede desamparado por razones ideológicas.

Debate parlamentario: libertad frente a deber

La aprobación de la ley expuso la complejidad moral del tema. En la sesión final del Senado, que duró más de doce horas, los discursos combinaron argumentos jurídicos, médicos, religiosos y personales.

"Nadie está obligado a morir, pero tampoco a vivir en el dolor si no lo desea", afirmó Pasquet, visiblemente emocionado. La senadora Constanza Moreira celebró la norma como "una extensión natural de la agenda de derechos", enfatizando que "el Estado no impone la muerte, sino que acompaña una decisión íntima y profundamente humana".

Por su parte, el senador nacionalista Javier García cuestionó la ley con dureza. "El Estado no puede hacerse cargo de la muerte sin hacerse cargo antes de la vida", señaló, reclamando mayor inversión en cuidados paliativos. Otros legisladores advirtieron sobre posibles presiones hacia personas vulnerables, especialmente adultos mayores o enfermos crónicos que puedan sentirse una carga para sus familias.

El Colegio Médico del Uruguay adoptó una posición prudente, destacando la necesidad de fortalecer los cuidados paliativos y de garantizar la capacitación de los equipos médicos. "La autonomía debe ser plena y no producto de la desesperación", subrayó una especialista del Hospital de Clínicas durante las audiencias previas.

Inspiración internacional y contexto regional

El modelo uruguayo toma elementos de experiencias en Países Bajos, Bélgica y Canadá, donde la eutanasia está regulada desde comienzos del siglo XXI. En América Latina, Colombia fue el único país donde se permitía la práctica, pero mediante decisiones judiciales y no legislativas.

La ley uruguaya, por lo tanto, marca un precedente inédito en la región. "Es una decisión que combina humanismo y coraje político", afirmó la bioeticista chilena Carolina Herrera. "América Latina suele esquivar este debate por su peso religioso y cultural, pero Uruguay demuestra que es posible legislar sobre la muerte con respeto y rigor".

Reacciones en la región fueron inmediatas. Organizaciones de pacientes y asociaciones médicas expresaron opiniones encontradas. Legisladores de países vecinos, como Argentina y México, elogiaron la audacia del Parlamento uruguayo y reavivaron el debate sobre leyes de muerte asistida en sus propios países.

Desafíos de implementación

Más allá de la aprobación, el verdadero desafío es la implementación efectiva. El Ministerio de Salud deberá definir protocolos claros, capacitar al personal médico y garantizar que la eutanasia no sea la única opción disponible para quienes sufren. Actualmente, solo uno de cada tres pacientes con enfermedades terminales accede a cuidados paliativos de calidad, por lo que el gobierno ya anunció un plan para ampliar estos servicios.

Otro tema sensible será la objeción de conciencia. Aunque la ley protege la decisión de los profesionales que se niegan a practicar la eutanasia, obliga a los centros de salud a asegurar que haya personal dispuesto a realizar el procedimiento. Esto podría generar ajustes en hospitales vinculados a instituciones religiosas.

El valor simbólico de la ley

La aprobación de la ley "Muerte digna" tiene un fuerte valor simbólico. En una región donde la muerte suele ser un tabú y el sufrimiento se asocia con un deber moral, Uruguay coloca la autonomía personal en el centro del debate.

"Morir no es rendirse, es a veces una forma de afirmarse como ser libre", dijo una mujer que acompañó a su esposo con cáncer terminal y presenció la votación. Otro manifestante resumió la jornada con un cartel que decía: "Muerte digna es vivir con libertad hasta el final". La escena, entre lágrimas y abrazos, mostró que la discusión trasciende la política y toca lo más profundo de la condición humana.

Una frontera ética y humana

La historia uruguaya proyecta un ejemplo sobre terreno inexplorado en América Latina. Los defensores aseguran que la ley protege la dignidad en los momentos en que la vida se vuelve invivible, mientras que los críticos temen abrir una puerta difícil de cerrar.

Más allá de los debates, Uruguay tomó una decisión con fuerza simbólica y ética: discutir y legislar sobre la muerte, un tema que muchas sociedades prefieren evitar. Como escribió Montaigne: "La muerte es la última frontera de la libertad". Con esta ley, Uruguay acaba de cruzarla con reflexión, leyes y humanidad.

Hoy, muchos uruguayos sienten que este país se volvió un poco más justo, mientras que otros lo ven más distante. Así están las cosas, amigos, y hoy las hemos narrado. 

Por: Kevin Martinez
Por: Kevin Martinez

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